domingo, enero 21, 2007

Sam & Max: Hit the road

Antes de empezar, hay que aclarar que Sam y Max son unos personajes creados por Steve Purcell que protagonizan un cómic donde la sátira y el humor gamberro están a la orden del día. Está visto que los miembros de Lucas Arts encontraron divertidas las tiras cómicas que protagonizan (un perro serio y un conejo malhablado, ambos muy carismáticos por políticamente incorrectos) y decidieron hacer una aventura gráfica en el mejor momento de la compañía, justamente cuando estaban realizando futuras obras maestras como Day of Tentacle o Indiana Jones: Fate of Atlantis. Y esta era algo sencillo, pues Purcell fue colaborador de la compañía y pudo involucrarse en el proyecto con total libertad, siendo el animador y el diseñador, logrando un aspecto gráfico sin igual en aquella época. Si le sumamos a esto una historia que hace justicia al ambiente general del cómic, lo cierto es que Sam & Max: Hit the Road es una aventura gráfica bastante acertada y con muchísima personalidad.

La historia, además, es una mezcla extraña entre búsqueda detectivesca a la vieja usanza, surrealismo al extremo (incluso para una aventura gráfica de estas características) y moraleja ecológica. Se trata de la búsqueda de un Yeti que escapó de su bloque de hielo en la caseta de los monstruos o rarezas proveniente de un parque de atracciones. Sam y Max tendrán que patearse todo Estados Unidos para poder encontrar al Yeti llamado Bruno, entonces descubriremos que hay mucho más allá de la desaparición de esta supuesta bestia. Decir que al final multitud de subtramas se sucederán entre sí y tendremos al villano de turno que pretenderá hacerse con el desaparecido Yeti antes que nuestros protagonistas.

Nunca habrás visto en una aventura gráfica lugares como el Mistery Vortex, donde todo es posible y donde manejarás a los personajes boca abajo incluso, te entrarán ganas de darle la vuelta al monitor para no acabar mareado, aunque te recomendaría la sugerencia del personaje secundario que se encuentra allí. Por otro lado, la visión irónica mostrada de los Estados Unidos que podemos ver aquí es de lo mejor del juego, pues esa Norteamérica donde abunda el comercio más absurdo (que aquí se parodia hasta límites insospechados) como pueden ser las cadenas de supermercados (con su respectivo nombre y empleados clones, atentos de quién se trata, por cierto), los restaurantes que giran, los lugares misteriosos que llevan a dimensiones desconocidas (mentiras que sirven para que los viajantes gasten su dinero tontamente), las visitas a las casas de los famosos (como si éstas tuvieran realmente algo en especial más allá de las excentridades de los mismos, respaldadas por sus elevados egos), hacer puenting en el monumento de los presidentes, los parques que tienen recreaciones de los dinosaurios o la venta de hortalizas con la cara de los famosos… La variedad está servida y esta caricatura de la sociedad actual será capaz de arrancar más de una sonrisa mientras contemplamos los chispeantes diálogos y comentarios de Sam y Max sobre lo que están viendo.

Las animaciones son variadas y numerosas, muy divertidas, perfectas para un juego donde cada dos por tres salen los personajes moviéndose con soltura y efectuando multitud de acciones inesperadas. El video de introducción, de hecho, da la impresión de ser un fragmento de animación bastante bien resuelto, una pena que este tipo de cosas no se repitan mucho más a lo largo de la aventura. Aunque tampoco es muy necesario, pues Sam y Max se mueven que da gusto, no parecen tener límites y no escatiman en scrolls (superposición de “fotogramas” por segundo y tal), aparte de que las localizaciones son muchas y variadas, los secundarios que se encuentran en ellas tienen una animación a la altura de los protagonistas, siempre en constante movimiento y realizando alguna que otra acción. El aspecto gráfico puede que recuerde bastante al Day of Tentacle, no es casualidad pues los programadores de aquel mítico juego pasaron a realizar este y superaron la calidad gráfica de la ya de por sí talentosa secuela de Maniac Mansion. Por otro lado, el campo de visión en esta aventura gráfica es mayor al visto en otros juegos de la compañía, porque aunque emplee el sistema SCUMM las acciones se encuentran ocultas en el inventario y son mostradas con dibujos tales como un ojo (mirar), una mano que se cierra (coger), una boca que se abre y cierra (hablar) y una mano que agarra un muñeco de goma (usar).

Lo que nos lleva a comentar que el juego se maneja con el ratón, teniendo que emplear numerosas veces el botón derecho para ir cambiando las acciones. Al principio puede resultar un poco engorroso, pero a la larga es fácil pillarle el tranquillo. Eso sí, yo eché muy en falta el poder elegir las frases que decir a los secundarios. Pues tener una interrogación, una exclamación y un patito de goma con varios iconos a seleccionar para tener que “decir” algo, por muy impredecible que resulte, me gusta menos que poder escoger una frase determinada u otra.
En cuanto al ritmo y la jugabilidad, lo cierto es que me parecen más que compensadas, aunque a veces tanta libertad de movimiento puede llegar a ser exasperante por la cantidad de localizaciones que hay por recorrer. Aún así, os aseguro que el viaje merece realmente la pena.

Por cierto, el juego iba a tener una secuela en 3D llamada Sam and Max: Freelance Police que al final, aunque estuvo bastante desarrollada (hasta el punto en que podíamos ver capturas de pantalla y un video promocional) no acabó en buen puerto. Nos tendremos que conformar con esa versión jugable por capítulos que circula por internet.
Altamente recomendable, una de esas joyas de Lucas Arts que hay que jugar una vez en la vida. Imprescindible.

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